Esa misma mañana, cuando Lisa regresó a casa tras enviar a los dos niños a la guardería, vio en la puerta a un hombre con un ramo de rosas en la mano que estaba a punto de pulsar el timbre, lo que la dejó ligeramente perpleja.
Había conocido a bastantes amigos de Roxana, pero ninguno le había entregado flores personalmente.
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