Después de cenar, se dirigieron directo a la playa para esperar el comienzo del espectáculo de fuegos artificiales. Las ondas sobre la superficie del mar estaban iluminadas por la luz de la luna y brillaban como brillantina; una escena de tranquilidad perfecta. Aunque había bastante gente en la playa, no había mucho ruido. Inmersos en ese entorno, la multitud se sentó alrededor y seguido conversaban de forma tranquila.
Con una mano sujetando la de Estela y con la otra la de Bautista, Roxana se adentró en la multitud, mientras que Luciano iba detrás de ellos. Al estar rodeados de tantos cuerpos, Roxana no pudo evitar preocuparse un poco por los pequeños y esperaba encontrar un lugar más apartado donde pudieran quedarse. Mientras la multitud crecía en la playa, Luciano frunció el ceño y le gritó al cuarteto frente a él:
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