A la mañana siguiente, Roxana y los tres niños desayunaron juntos. Estela se sentó junto a ella en silencio y permitió que los niños le dieran de comer; tenía la boca llena de manera tal que parecía una adorable ardilla. Roxana estaba muy conmovida al ver lo obediente que era, pero también sentía pena por ella. «Creo que anoche Ela quería hablar». Con eso en mente, miró a la niña con cariño.
—Ela, ¿quieres panecillos?
Obtiene más cupones de libro que los de la appRecargar
Ir a la app de Joyread
Sigue leyendo más capítulos y descubre más historias interesantes en Joyread