Roxana pudo sentir cómo la tensión se desvanecía, lo cual se debía a Luciano. Ella apretó el puño y se repitió a sí misma que no voltearía a ver; quería fingir que Luciano no estaba allí. Su pregunta la hizo retorcerse de incomodidad y, al pensar en su confesión fuera de lugar, le preocupaba que exigiera más cosas irrazonables.
—Déjenme hacer una llamada —dijo Jael con el ceño fruncido, mientras sacaba su teléfono sale ver que el chofer no llegaba.
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