En otro auto, en el lado opuesto del camino, el conductor se percató del repentino cambio en la atmósfera. Sus palmas comenzaron a sudar mientras que el aire a su alrededor parecía haber descendido un par de grados. Fue después de un largo tiempo que Luciano dejó de mirar la entrada del hotel.
―Regresemos ―ordenó con una voz fría.
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