Durmiendo toda la noche en una postura tan incómoda, Finnick se despertó sintiendo dolores y calambres por todo el cuerpo a la mañana siguiente. Como Vivian seguía durmiendo, Finnick levantó la cabeza con cuidado, esforzándose por no despertarla. No podía creer que su cabeza hubiera estado apoyada en el brazo de Vivian toda la noche. Por ello, quiso masajearle el brazo, con la esperanza de que sintiera menos dolor cuando se despertara; pero en el momento en que su mano tocó el brazo de Vivian, ella abrió los ojos.
—Buenos días... —Vivian le miró, aún aturdida.
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