Por fortuna, Jonas tenía rápidos reflejos. La atrapó a tiempo y la apoyó para que se sentara en la cama. Después de haber sido cargada sobre su hombro durante todo el trayecto y de estar al fin de pie, Megan se sintió mucho más tranquila. Lanzando una mirada a Jonas, su ira aumentó y comenzó a castigarle:
—¿No sabes lo mareada que me has dejado? Eres un bruto.
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