Finnick tampoco quiso hablar y permaneció en silencio. Vivian se tumbó en la cama acercándose al borde, dejando un amplio espacio para él. Tenía los ojos cerrados y parecía que ya estaba dormida.
Cuando Finnick entró en la habitación y la miró, suspiró. Agarró la manta y la almohada y las colocó en su regazo antes de deslizarse a la sala de estudio para dormir; dejándola sola.
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