Mirando a su abuelo, Finnick quiso contarle todo lo que había luchado. Sin embargo, Samuel ya había fallecido. Finnick no podría verlo nunca más.
Una última lágrima cayó de los ojos de Finnick y se deslizó por su rostro; era la última lágrima que derramaría. Finnick juró que no volvería a llorar. Luego se marchó, dejando que los policías hicieran su trabajo. Cuando los policías terminaron, Finnick y Vivian limpiaron el cuerpo de Samuel y lo cambiaron de ropa.
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