Lyna salió del edificio poco después. Estaba en su coche cuando admiró el alto edificio donde se encontraba la oficina. El mero hecho de pensar en que sería la dueña del lugar pronto le hizo soltar una carcajada.
El empleado al que encargó la entrega del contrato sonrió cuando Lyna se marchó. Se dirigió al jardín que había frente a la empresa y sonrió antes de sacar su teléfono y marcar un número:
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