Los otros dos hombres asintieron en cuanto su líder les dio la señal. Sacaron un frasco de una droga afrodisíaca mientras caminaban hacia Gabriella con una sonrisa maliciosa.
—No. ¡Por favor, te lo ruego! Déjenme ir —Gabriella suplicó piedad—. Me he equivocado. Déjeme ir, por favor. Te prometo que no lo volveré a hacer.
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