...
Dado que la situación de peligro para la vida se disolvió, la gente de la sala ya no tenía nada que temer. Todos miraban al ladrón con miradas de desprecio en sus rostros, queriendo hacerlo pedazos. De momento, el ladrón estaba atado y amordazado con un mantel, por lo que el único ruido que podía hacer eran unos murmullos irreconocibles. Sin embargo, sus ojos seguían ardiendo de resentimiento.
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