Vivian planeó volver a casa. Mientras conducía, su mente se agitaba con pensamientos acelerados. Antes de darse cuenta, había llegado a la empresa de Finnick. Echó un vistazo a su reloj. Faltaban diez minutos para la salida de los empleados. Como tanto el Grupo Finnor como la empresa de revistas estaban bajo la dirección de Finnick, tenían la misma hora de salida. Vivian salió del coche y entró en el edificio de la empresa. La recepcionista era una de las pocas que sabía que era la esposa del presidente. Al ver la fría expresión de Vivian, preguntó:
—Sra. Norton, ¿puedo ayudarla?
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