El ordenador sobre el escritorio atrajo la mirada de Gabriella. Ya había intentado desbloquearlo, pero, como era de esperar, la contraseña era demasiado segura para ser pirateada.
Ella era la heredera de una familia rica. Si alguna vez quería algo, los demás se lo concedían enseguida. Ni siquiera un sistema de autenticación de dos pasos podía rivalizarla. Si quisiera hackearlo, seguro que habría un grupo de hackers muy cualificados que se apresurarían a hacerlo para ella. Sin embargo, los tiempos habían cambiado. Cuanto más pensaba en eso, más se enfadaba.
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