Verlo partir en el taxi le proporcionó a Megan el mismo placer que absorber la brisa en primavera. Se le ocurrió que Herman no disfrutaba de su tiempo en Lostaria. Calculó que su ropa y sus gafas desaparecidas debían de haber sido empeñadas. A su regreso al país, lo habían vigilado de cerca. Quién sabía si la otra parte estaba aquí para negociar o para dar una lección. No eran prioridades para ella, porque ya había puesto ese lío caliente en manos de Mia. Estaría ansiosa por ver qué clase de drama serían capaces de montar esos dos.
Antes de que amaneciera la mañana siguiente, Megan se vio sacudida por una pesadilla que tuvo. Desde que se topó con Herman, había estado intranquila, como si algo se hubiera alojado en su interior.
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