—Sigue soñando, Herman. Considérame misericordiosa por no haberte cortado en pedazos yo mismo en el acto. Ni en tu vida te ayudaría. —Su mirada era como una flecha de carámbano, dirigida justo a su espalda.
Herman estaba aturdido. «¿Qué es lo que hace que Megan me odie tanto? ¿Por qué entonces me ayudó en el casino, a pesar de su desprecio por mí? ¿Podría ser que fuera parte de una estratagema para atraerme?»
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