Vivian yacía en los brazos de Finnick, ahogándose y sollozando. No tenía ni idea de dónde brotaban sus ilimitadas emociones, ni creía ser capaz de producir tantas lágrimas; pero hacía mucho tiempo que no lloraba así.
Mientras acariciaba el hombro de Vivian, el corazón de Finnick se llenó de culpa. «Debía de estar muy asustada para estar sollozando tan fuerte... ¿por qué no la había buscado antes?», pensó.
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