—¡Soy una pecadora! ¡Soy la asesina! ¡Yo maté a Faye! ¡Todo fue culpa mía! —gritó mientras seguía abofeteándose. Sin embargo, Jake nunca la detuvo. En ese momento, su odio hacia Joan había alcanzado niveles extremos.
—No esté triste, señorita. Ella ya se ha ido. No puede torturarse así por ello —consoló una enfermera mientras ayudaba a Joan a ponerse en pie.
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