Vivian se giró y vio que Finnick había regresado. Estaba allí de pie. Su figura era delgada y sus piernas eran largas y esbeltas. Su camisa azul claro perfilaba su cuerpo esculpido a la perfección.
Una mirada solemne cruzó los ojos de Vivian. «Es un hombre tan excepcional, pero está obligado a sentarse en una silla de ruedas. ¿Cómo se sentirá?», se preguntó.
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