—¿Estás segura? —preguntó el hombre, escudriñándolo. A lo que la doctora levantó la barbilla y le desafió con una mirada firme:
—Lo estoy —declaró. Sus manos se cerraron en apretados puños. Con su clínica tan desordenada, ¡tenía que mantenerse firme!
Obtiene más cupones de libro que los de la appRecargar
Ir a la app de Joyread
Sigue leyendo más capítulos y descubre más historias interesantes en Joyread