—¡Joan, deja de hablar! —gritó Caspian de repente.
La sangre goteaba de la comisura de sus labios, y sus brazos y piernas estaban llenos de heridas infligidas por aquellos hombres. Jadeaba y sus ojos brillaban con una agresividad feroz. Sin embargo, no podía hacer mucho en términos físicos.
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