En el atrio principal del crucero, una figura alta estaba de pie frente al pirata. Cuando reconoció quién era, Vivian sintió que una repentina oleada de emoción le subía a la garganta. ¡Era Finnick! ¡Era él!
Finnick se mantenía orgulloso y erguido, con un aspecto intrépido. Frunciendo el ceño, preguntó:
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