—No creas que porque me hayas salvado puedes hacer lo que quieras. Ya te he dicho que mi gratitud viene con la condición de que no hagas daño a Vivian —se burló Finnick. Cuando habló, estaba más serio que de costumbre. Su mirada era tan aguda como si pudiera atravesar las profundidades de su corazón, sin darle lugar a esconderse. Ashley se asustó de repente y empezó a tener miedo. Mirándolo fijo, le preguntó:
—Finnick, ¿qué piensas hacerme?
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