—Entiendo. Te he oído... Ya puedes irte —respondió Larry con tono débil. Estaba descansando en el sofá y se veía pálido. En ese momento, Joan también entró en la oficina. Cuando el empleado estaba a punto de saludarla, ella lo detuvo de inmediato, agitando las manos y haciéndole un gesto para que se callara. Aun así, Larry, que se había cruzado de brazos detrás de la cabeza, supo que Joan había llegado al oír sus pasos.
—Joan, esta es ya la cuarta rama que perdemos. Estoy demasiado avergonzado para enfrentarme a mi padre…
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