Al oír su comentario, Vivian salió de su trance. Parpadeando confundida, recordó su pregunta sobre su cuerpo. Se sonrojó y apartó la mirada. Al ver que su dama estaba incómoda y cerraba los ojos, Finnick levantó las cejas y se preguntó cuál sería su próximo movimiento. Dejando la camisa desabrochada, se acercó a Vivian, que estaba desviando la mirada. Se inclinó y le apretó la barbilla, obligando a sus ojos a centrarse de nuevo en él.
—Vivian —susurró con voz baja y varonil—. Mira todo lo que quieras. Te prometo que no te cobraré.
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