Hannah se apartó por instinto al enfrentarse a esa mirada aterradora. Sintiéndose culpable, colocó el té en la mesa de centro frente al sofá sin decir una palabra. Ella también estaba exasperada. La verdad era que no sabía qué decir. No se le daba bien adular a los demás y se sonrojaba cada vez que mentía. Ni siquiera importaba si era una mentira piadosa.
Fabian lo había preparado todo para hacerla parecer más simpática, así que no podía ir en contra de eso. Además, a la madre de Fabian no le caía bien en primer lugar y le disgustaría aún más si se enteraba de que otra persona había comprado el té.
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