Ring, ring...
Una alarma que hacía sonar los oídos rompió la tranquilidad inicial de la mañana. Unos segundos más tarde, un brazo largo y justo salió disparado de debajo de las sábanas y apagó la alarma. Pasaron otros segundos antes de que Joan se frotara los ojos aturdidos y comenzara su ritual matutino de levantarse de la cama, lavarse y desayunar. Durante todo ello, no hizo ni un solo ruido. Joan llegó entonces a la empresa donde trabajaba y empezó a realizar sus tareas diarias. Desde que empezó a trabajar en la empresa de su primo, había sido muy concienzuda. Aunque su rendimiento no era impresionante, tampoco había cometido ningún error.
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