Megan había conseguido controlar a los dos hombres a los que Mia había apuntado. Todo lo que Megan necesitaba era que no ayudaran a Mia de ninguna manera, y eso sería suficiente para ella.
—¡Ven aquí! —gruñó Osmond. Un escalofrío recorrió la espina dorsal de cualquiera que tuviera la mala suerte de escucharlo.
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