Estudió su entorno y se dio cuenta de que estaba en un almacén abandonado. Carl estaba muy ansioso mientras intentaba gritar pidiendo ayuda; sin embargo, lo único que oía era su propio eco que resonaba dentro del almacén. Se dio por vencido al instante, ya que sabía que nadie vendría a rescatarlo en un lugar desierto como éste. A Carl no le importaba la vida ni la muerte después de haber vivido el incidente anterior. Por ello, dejó de gritar y esperó en silencio a que apareciera el misterioso secuestrador. En ese momento, se dio cuenta de que había alguien tumbado a su lado; miró a la persona de cerca y se quedó atónito.
—¿Gabriella? —Carl murmuró para sí mismo.
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