A Vivian no le importó que el carruaje se balanceara un lado a otro mientras avanzaban. Tuvieron suerte de que la pradera no estuviera lejos del hotel. De lo contrario, llegarían cuando cayera la noche.
Una vez allí, Vivian bajó del carruaje, con Larry a su lado. Finnick pagó el viaje y los siguió. Como la mujer casi trotaba por estar tan emocionada, a él le resultaba difícil alcanzarlos. Al final, tuvo que correr para seguirles el ritmo. Pensó que era mejor mantenerse cerca de ellos, teniendo en cuenta que estaban en un lugar desconocido.
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