Toda la situación tenía a Joan desconcertada. En circunstancias normales, alguien saldría a mediar, pero en ese momento ni una sola persona se había presentado para hacer de intermediara. «¡Parece que los pobladores de aquí son más que despreciables! ¡Uf! ¿Por qué demonios elegí este lugar? ¡Debo haberme vuelto loca!», se quejó. Apretó las manos con fuerza mientras la aprehensión se acumulaba en su interior.
—¡Ah! —De repente, el hombre agarró el palo de madera que tenía al lado y lo lanzó contra Caiden.
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