Las cuatro paredes de la casa empezaban a mostrarse indefensas ante el frío viento de la noche. Finnick soltó a Vivian, que se había despertado por la gélida temperatura, para buscar si había algo a su alrededor que pudiera mantenerlos calientes. Desde el momento en que llegaron aquí, todo lo que Vivian podía pensar era Larry, y todo lo que Finnick podía pensar era Vivian. Ninguno de los dos se había molestado en inspeccionar la casa, que resultó ser mucho más grande y limpia de lo que habían pensado en un inicio.
Finnick miró a su alrededor y pronto encontró una manta que parecía nueva. No pudo evitar sentirse algo agradecido hacia los secuestradores por haberle dado la oportunidad de estar a solas con Vivian.
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