Capítulo 8 ¿Dónde está tu anillo?
Allí, en su dedo anular, había un anillo simple y sencillo. Era el que había comprado el día anterior.
Aturdida por la revelación, se olvidó de sentarse a la mesa por un momento, hasta que Finnick levantó la cabeza para mirarla.
—¿Qué pasa?
Sus ojos se movieron para mirar su dedo vacío antes de que su ceja se levantara en forma de pregunta.
—¿Dónde está tu anillo? —la cuestionó. La vergüenza recorrió a Vivian. Había sentido que los anillos que había comprado no eran dignos de su estatus. Por eso, no se había puesto los suyos. «¡Lo que no esperaba era que él se lo pusiera!», pensó.
Sin más remedio, Vivian sacó el anillo del bolso y se lo puso en el dedo. Murmuró en voz baja:
—Lo siento, elegí este diseño al azar.
Los labios de Finnick se curvaron hacia arriba y respondió:
—Está bien. Se ve muy bien.
Sin saber qué decir a eso, la mujer no tardó en sentarse y concentrarse en comer su desayuno. Cuando terminaron, Finnick dejó su periódico a un lado y dijo:
—Te llevaré al trabajo.
—No hace falta —respondió Vivian de inmediato—. Puedo llamar a un taxi o tomar el metro.
«¡Diablos, no! ¡Si alguien de la compañía te reconoce, las mujeres me van a hacer pedazos!», se dijo.
—No hay estaciones de metro cerca de aquí y tampoco podrás tomar un taxi —le recordó él, frunciendo un poco el ceño.
«Es cierto», pensó ella. El día anterior, de camino hacia allí, Vivian se había dado cuenta de que era un barrio para gente asquerosamente rica. Todos los residentes tenían sus propios coches. Por eso, no había taxis ni estaciones de metro en los alrededores.
Comprobó la hora y vio que se hacía un poco tarde. Resignada, aceptó:
—Entonces tendré que molestarte. ¿Podrías dejarme en una estación de metro de camino a tu empresa?
La miró fijo durante unos largos instantes, lo que le provocó un pánico interno. Por fin, él asintió. Cuando salieron de la villa, ya les esperaba un Bentley negro. Un joven estaba de pie junto al coche. Se presentó como Noah Lotte, el asistente personal de Finnick.
Noah abrió la puerta del coche, pero no hizo ningún movimiento para ayudar a Finnick. Justo cuando Vivian se preguntaba cómo iba a entrar, una rampa descendió del vehículo. Y así, su silla de ruedas subió sin problemas. Entró en el coche y descubrió que el interior también había sido modificado. Había una zona específica para la silla de ruedas.
Sentados dentro, el coche no tardó en arrancar y se dirigieron a la estación de metro más cercana, donde se detuvieron. A través de las ventanillas, Finnick observó el lugar abarrotado de gente con el ceño fruncido.
—Es bastante incómodo para ti ir al trabajo así. Si no quieres que te lleve al trabajo, puedo conseguirte un coche.
Asombrada por sus palabras, se negó al instante:
—De verdad, no es necesario.
Por supuesto, ella sabía que comprar un coche no era nada para él. Sin embargo, no se sentía cómoda gastando su dinero. El rechazo inmediato de ella a su oferta hizo que los ojos de Finnick se oscurecieran mientras retumbaba:
—No estoy en la villa todo el tiempo. ¿Cómo vas a ir a trabajar entonces?
Eso era algo que había estado pensando desde que se subió al coche. Sacó su teléfono y lo agitó hacia él, respondiendo:
—Ahora es muy fácil y cómodo llamar a un taxi. Tendré que levantarme un poco antes para reservar uno. Eh... Voy a llegar tarde pronto, así que tengo que irme. Adiós.
No esperó su respuesta y casi huyó del coche. Desde su posición en el interior del vehículo, Finnick la observó irse apurada con una mirada indescifrable.
Noah se había dado cuenta de dónde estaba puesta la atención de su jefe y no pudo evitar comentar:
—Señor Norton, ¿soy yo o la señora Norton es bastante diferente a lo que nuestra investigación ha sugerido?
El tono de Finnick era reflexivo mientras murmuraba:
—Sí. Es muy diferente.
La verdad era que nunca había esperado que ella rechazara tan rápido su oferta de comprarle un coche. Según lo que Noah había conseguido averiguar de su pasado, era una mujer superficial, que haría cualquier cosa solo por un poco de dinero. Esa era la razón exacta por la que la había elegido:
«Una mujer que podía conformarse con una pequeña cantidad de dinero era mucho más segura y fácil de controlar, en comparación con las jóvenes hijas de familias influyentes. Después de todo, ellas solo tenían una cosa en mente: obtener toda su fortuna».
Había otra razón para su elección. Podía admitir que ella no le irritaba tanto como las otras mujeres. Sin embargo, ella estaba actuando al contrario de sus expectativas. Era casi como si a ella no le hubiera importado en absoluto su riqueza. ¿O tal vez ella era mucho más inteligente de lo que había pensado y solo se estaba haciendo la difícil? ¿Quizás tenía algún otro plan a largo plazo?
Con los ojos ensombrecidos, al fin desvió la mirada hacia la dirección que ella había tomado.
—Conduce —ordenó.
...
En el distrito financiero de Sunshine City, en el último piso del Grupo Finnor.
Finnick estaba sentado en su escritorio, con sus dedos recorriendo el teclado. En respuesta a sus acciones, las imágenes y los datos de su pantalla cambiaban.
¡Ring ring! De repente, sonó su teléfono y estiró la mano para contestar. La voz de Noah llegó al otro lado de la línea:
—Sr. Norton, el Sr. Lawson está aquí.
—Déjalo entrar.
Unos segundos más tarde, la puerta de su despacho se abrió y un hombre con una llamativa camisa de vestir rosa entró gritando de forma exagerad:
—Finnick, ¿por qué sigues trabajando? ¡Por fin te has casado con alguien! Aunque te niegues a tener una ceremonia de boda, ¡lo menos que podrías hacer es irte de luna de miel o algo así!
Los ojos de Finnick no se apartaron de su pantalla mientras replicaba en pocas palabras:
—No tengo tiempo para eso.
El otro hombre se sentó frente a su escritorio, sin enfadarse en absoluto por la fría actitud de Finnick. Sus ojos se arrugaron en una sonrisa mientras se reía:
—¡Tu pobre esposa! ¿Cómo ha podido casarse con un hombre tan aburrido como tú?
Por fin, Finnick levantó la cabeza para clavar al otro hombre una mirada perdida.
—Stiles, ¿qué estás tratando de insinuar?
—Me siento un poco aburrido. Quiero conocer a tu mujer —pidió. La sonrisa que estaba ya presente en los labios de Stiles se amplió. Pero Finnick ni siquiera dudó antes de negarse:
—Olvídalo. Sabes por qué me he casado con ella.
—Sí, así es.
Stiles hizo una mueca antes de que la diversión lo abandonara y continuara serio:
—Sea como sea, ahora tienes una familia. Ya es hora de que dejes atrás lo que pasó en el pasado.
Su última frase hizo que los dedos de Finnick se tensaran casi de forma imperceptible. Permaneció en silencio durante un rato antes de pronunciar:
—No hay que dejarse llevar cuando se trata de eso. Los muertos no vuelven a la vida.
La boca de Stiles se abrió y parecía que quería decir algo. Sin embargo, las palabras se atascaron en su garganta, ya que se negaban a salir de su boca. Al final, se las volvió a tragar. Tras unos segundos, preguntó:
—¿Y la niña de hace tantos años? ¿Han encontrado algo?