Hannah se agarró a Fabian y rompió a llorar. El coche se detuvo tras recorrer una corta distancia. Tuvieron suerte de que el conductor reaccionara rápido y de que el Rolls-Royce fuera un coche rápido. Sin ninguna de las dos cosas, Fabian y Hannah no habrían vivido para contarlo.
—Oye... descansa en paz.
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