Cuando Finnick lo anunció, su tono seguía siendo algo indiferente. Sin embargo, cuando Vivian escuchó sus palabras, sintió una indescriptible sensación de presión que pesaba sobre ella. Sus ojos de obsidiana aparentaban ser tranquilos, aunque melancólicos e insondables. Vivian descubrió que no podía entender sus emociones en absoluto.
Para entonces, Finnick ya había terminado de aplicarle la pomada en la barbilla. Bajando la mirada, Vivian no tardó en murmurar:
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