Gabriella sabía que Jory tenía razón. No la necesitaba para hacer las cosas. Al mismo tiempo, Jory empezaba a pensar que algo debía de haber hecho mal cuando aceptó trabajar junto a la mujer.
—Bien, Sr. Synder. Solo estaba bromeando con usted. ¿Por qué se pone tan nervioso? En verdad tengo una buena noticia para usted... —Gabriella tomó asiento junto al hombre.
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