—Claro, claro. —Era la primera vez que Finnick oía a alguien prometer que lo protegería, y además era su propio hijo. De repente, la alegría floreció en su interior.
—Sin embargo, tienes que quererme mucho. Debes quererme más de lo que quieres a mamá —soltó Larry preocupado cuando se le ocurrió algo aparentemente de la nada.
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