Vivian se negó a aceptar un no por respuesta. Se acercó al otro lado de la cama para defender su caso, pero vio que Rachel había cerrado los ojos con fuerza. A pesar de ello, las lágrimas seguían cayendo y mojando las esquinas de su almohada. Vivian estaba molesta por esto. Tal vez su madre tenía una razón válida por la que no podía decir nada. La joven se sentía culpable y sabía que estaba mal haberla presionado así. Con eso en mente, Vivian tomó un pañuelo de papel de la mesa auxiliar y se puso en cuclillas para secar las lágrimas de Rachel.
—Lo siento, mamá. No preguntaré más. Ahora me voy a ir, así que descansa bien.
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