La pradera impedía la entrada de coches, y solo les quedó salir a la calle, donde el conductor podía recogerlos. El taxista ya habría llegado al punto de recogida cuando ellos llegaron allí. Se lo tomaron como un ejercicio después de comer en lugar de sentirse abatidos por tener que recorrer la distancia.
Los tres se pasearon por la pradera. Finnick estaba muy satisfecho con el ritmo relajado, pero al hombre le preocupaba que su mujer y su hijo no sintieran lo mismo:
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