Finnick cerró los ojos y se apretó la frente. Con las cejas fruncidas, esperó a que el mareo desapareciera. Vivian ya no estaba a la vista cuando al fin abrió los ojos. Mirando la puerta cerrada del lavabo, sintió que le latía la sien. «Parece que solo podré explicarle cuando salga».
Mientras tanto, Vivian notaba cómo le ardían las mejillas al sentarse en la tapa del váter. El corazón le latía con fuerza en el pecho. Acariciándose la cara, empezó a sospechar si tenía fiebre. Si no, ¿por qué sentía su cuerpo tan caliente al tacto? Sin embargo, no se sintió enferma ni incómoda en absoluto. Vivian se puso la mano en el pecho y sintió los latidos acelerados de su corazón. La sensación le resultó sorprendentemente familiar. Recordaba que era la misma sensación que experimentaba cada vez que Finnick se acercaba a ella cuando aún eran amigos.
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