—Bueno, bueno... Tengo que darte una lección ya que no sabes cuál es tu lugar —gruñó Gabriella con resentimiento. Entonces, hizo una llamada telefónica—: Quincy, soy yo, Gabriella Ward. Necesito un favor. No te preocupes, te recompensaré como corresponde.
Poco después, colgó el teléfono con los labios curvados en una sonrisa despectiva.
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