—¡Espera un segundo! —gritó Gabriella. «Una mujer tan impaciente. ¿Por qué no podía esperar a que yo fuera al grano?», pensó—. ¿No quieres escuchar hasta el final? ¿Estás seguro de que no te arrepentirás? —provocó con sarcasmo mientras removía su taza de café.
—Entonces, por favor, ve al grano. Sé mejor que nadie lo que siente por mí —dijo Joan perdiendo la calma. Gabriella tampoco contuvo su temperamento y lanzó su cuchara con sobre la mesa con hostilidad mientras decía:
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