Toda la oficina se quedó en silencio y todos los ojos se posaron en Hannah y Regina, sin querer perderse los jugosos detalles de los que esta última hablaba.
—Parece que te gusta mucho ir por ahí insultando a la gente al azar. Las viejas costumbres son difíciles de erradicar, ¿no? —le espetó Hannah mientras pensaba en cómo las bellas apariencias a menudo esconden una atrocidad indescriptible. Se preguntaba cómo el amante de Regina la aguantaba.
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