—Lo siento, pero tengo que irme ahora —declaró. A pesar de su educada negativa, el extranjero la atrajo hacia sus brazos, sin dejarle la oportunidad de marcharse.
—¿Qué estás haciendo? ¡Suéltame! ¡Quítame tus manos de encima! —gritó Joan luchando por liberarse del fuerte agarre del hombre, pero fue en vano. Sus poderosos brazos la rodeaban con fuerza mientras la miraba con lujuria.
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