Megan no podía entender lo que Jake estaba tratando de hacer. Cuando la luz proyectó una sombra sobre sus labios, notó el agotamiento que irradiaba su mirada.
—No, no iré. Tengo una reunión más tarde. Deja que me eche una siestecita —dijo con cansancio. Su voz era ronca, como si fuera un viajero reseco en el desierto.
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