—Lo tengo, Ben. Vayamos rápido a casa. Ya extraño a mi Calabacita. —Hablando de su hijo, Vivian era todo sonrisas. Estaba claro, por la mirada de sus ojos, que no podía esperar a verlo.
Aunque no le había visto desde hacía apenas unas horas, le echaba mucho de menos. Al oír eso, la melancolía en el rostro de Benedict se desvaneció también, y ya no se sintió preocupado, pues no podía esperar a oír a Larry llamarle «tío Benedict».
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