—¿Por qué? ¿Ahora eres reacio? Crees que soy un ingrato, ¿no? Bien, no te preocupes. No tardaré ni dos años en devolverte cada céntimo de paga que me has dado.
Keith se estremeció ante sus crueles palabras y, sin previo aviso, empezó a toser sin parar. Estaba sufriendo una recaída.
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