Era casi como ella lo recordaba, aunque los ángulos de su rostro eran más agudos, y había perdido la juventud que tenía durante sus años universitarios. La forma en que se comportaba también era mucho más madura y firme. Sin embargo, lo que más había cambiado era la expresión de su rostro. Había desaparecido la calidez que ella recordaba haber visto en él todos los días. Lo único que quedaba era una mirada dura y severa.
En ese momento, escuchaba los informes de sus subordinados. De vez en cuando, asentía con la cabeza y pronunciaba algunas órdenes. Ni una sola vez su mirada se posó en ella, mientras el grupo a su lado y entraba en el despacho del editor en jefe.
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