Gabriella dejó escapar una leve sonrisa y aceptó la tarjeta de Joan.
—De acuerdo entonces, si eso es lo que quieres. Recuerda que no es que no quiera pagar mi deuda; es porque tú has insistido en darme el dinero. Entonces aceptaré tu amabilidad. Por cierto, no vuelvas a mencionar mi deuda. Considera el té verde que tienes delante como mi pago.
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