Se dirigió al despacho de Joan con desgana, empujó la puerta y aparcó su trasero en una silla antes de mirar a la mujer que tenía la cabeza enterrada en su trabajo.
—¿Qué lo trae por aquí, señor Norton? —saludó Joan sin siquiera levantar la cabeza, como si hubiera sabido de su llegada de antemano.
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